Decía Loquillo: “Cuando fuimos los mejores, El dinero se gastaba, Se podía comprar todo, Incluso vuestras almas”.
Del 2001 al 2007 nos creímos tan fuertes que edificamos más viviendas que Francia, Italia y Alemania juntas. Éramos los mejores y todo valía, porque todo se vendía. Seguramente hasta nuestras almas. Y un sector sin alma es un sector condenado.
Y llegó la crisis financiera que provocó la ruptura de la burbuja inmobiliaria. Y se llenaron los telediarios de la palabra crisis. Fue una crisis financiera que el sector inmobiliario soportó, siempre oportunamente señalado, como culpable. Mientras se rescataba al sector financiero (principalmente a las Cajas de Ahorros) se dejó caer como un castillo de naipes a promotora tras promotora, a constructora tras constructora, a estudio de arquitectura tras estudio de arquitectura.
Fue el estallido de la burbuja inmobiliaria. Fue la crisis del ladrillo. Dejamos de ser los mejores para ser los malos del ladrillo. Habíamos vendido nuestras almas.
Contra viento y marea
El proceso de creación de viviendas de obra nueva es lento (no olvidemos que en gran parte por los procesos derivados de la “relación” con la administración) y, por lo tanto, está expuesto durante todo ese tiempo a cualquier eventualidad que pueda suceder.
Sea una guerra, sea una inflación, sea una subida de tipos o sea un corte abrupto de la financiación, en los estudios que se realizaron hace más de un año para las viviendas que se están construyendo y comercializando ahora mismo, seguramente no estaba previsto todo ello. Y toca seguir porque el viaje ya ha comenzado.
Y ahora empiezan las dudas y llegan mensajes alarmistas desde muchos canales. Gurús que te dicen si es el momento o no para invertir. Proyectos que no arrancan por los costes de construcción. Precios que se incrementan por una falta de oferta y volvemos a escuchar la eterna pregunta ¿Hay riesgo de que explote una burbuja inmobiliaria?
A vueltas con la burbuja
Yo les haría otra pregunta ¿hay burbuja inmobiliaria? Pues los datos dicen que no. Que la coyuntura actual no tiene nada que ver con la del 2007. Que las promotoras no están tan endeudadas y que el sector financiero no está tan expuesto.
Que se ha sorteado la pandemia de forma notable, cuando ya sonaban otra vez campanas de crisis inmobiliaria. Se ha trabajado bien. Se está trabajando bien.
Que el sector ha evolucionado, que es un sector con un gran aporte de valor y que comienza a demostrar, con hechos, que no es el malo de la película.
El valor del sector inmobiliario
Un sector maltratado por muchos altavoces, ajenos al mismo, del que ya salen voces (y que no paren de salir más) que dicen basta, que asumen el rol de contestar con criterio las eternas acusaciones y de contar el verdadero valor que aporta el sector a la sociedad, sin miedo a exponerse. Con datos que les dan la razón. Que nos dan la razón.
Porque este sector no quiere repetir errores. Porque este sector ha evolucionado profesionalizándose día a día. Incorporando nuevos valores como la digitalización, la industrialización, la sostenibilidad y la salud.
Porque como dijo Loquillo: “Cuando fuimos los mejores, Dejamos de ser nosotros (…)”
Y ahora les aseguro que ya sabemos quiénes somos, y lo más importante, a dónde queremos ir.
Sergio López Alcover, es CEO e impulsor de Viviendea.
Artículo publicado en El Periódico de Aquí