Imagine por un momento que va a asumir la responsabilidad de pilotar un viaje cuyo fin es entregar una vivienda o un hogar a una familia. Imagine que lo primero que tiene que hacer es buscar la ubicación perfecta en un mercado puramente especulativo. Imagine que la encuentra. Imagine que compra.
Empieza su viaje.. y su inversión.
Imagine a su arquitecto. Imagine ese maravilloso proyecto que le presenta y que van a hacer juntos.
La valla
Imagine una valla publicitaria. Imagine un render. Imagine el mensaje. Imagine, aunque sea mucho pedir, que no será “próxima promoción de viviendas exclusivas”. Imagine los primeros clientes. Imagine la ilusión.
Ahora imagine más de 12 meses esperando una licencia en un proceso que jamás tendrá sentido hasta que alguien de verdad quiero cambiarlo. Pero de verdad.
“Imagine recibiendo ofertas de constructoras que cada día aumentan su importe. Imagine volviendo a su cuenta de resultados preguntándose si vale la pena.”
Sergio López
Imagine, por fin, recibiendo la licencia. Imagine firmando el préstamo con el que financiará la obra, seguramente con peores condiciones que las esperadas o con mayores exigencias que cuando inició el viaje. “Ha pasado mucho tiempo” le dicen. Imagine contratando la obra. Imagine comenzando la obra. Por fin.
La guerra
Imagine que, 24 meses tras el inicio de su ilusionante viaje, se desata una guerra lejana que hace aumentar los costes de construcción. Imagine que ya no tiene vuelta atrás. Imagine que continua por sus clientes y por muchos otros motivos. Tiene responsabilidades que cumplir.
Imagine que acaba la obra y que entrega las viviendas. Imagine que, meses más tarde, pasa la administración a comprobar su obra. Suspire porque esté todo bien. Imagine las primeras post-ventas. Algunas inauditas. Otras no.
Imagine que su viaje ha llegado a su fin. ¿Lo imaginaba así?
Imagine que es promotor. Imagine que es constructor. Imagine que es arquitecto. Imagine que es de un sector mal visto y que usted es visto como el malo de la película. Imagine que, esas acusaciones, vienen principalmente del que saca más beneficio (sí, también económico) de que se materialicen viviendas de obra nueva y que es, a su vez, el que pone más trabas durante el proceso, dilatándolo en exceso.
La empatía
Si ha podido imaginar eso y se ha visto en ese viaje habrá sentido empatía con los agentes de la obra nueva. Se lo agradezco. Poca gente lo hace.
Ahora me dirá: imagínese usted con una nómina con la que difícilmente se llega a final de mes. Imagínese con la imposibilidad de ahorrar. Imagínese un alquiler que sube y sube. Imagínese un salario estancado y una inflación creciente. Empatice usted con el comprador.
Y le responderé que tiene razón, que ambos tenemos razón. Que imaginándonos el uno en el otro podremos darnos cuenta que juntos enfocaremos mejor la solución al problema y que podremos imaginar a unos dirigentes públicos que de verdad quieran resolver los problemas de todos y no únicamente los suyos.
¿Se lo imagina? Yo sí.
Sergio López Alcover, es CEO e impulsor de Viviendea.
Artículo publicado en El Periódico de Aquí.