Ya no hay duda de que cualquier tipo de vivienda de nueva construcción que se ponga en el mercado no solo tiene que ser sostenible como argumento de venta, tiene que serlo en su ADN.
Es muy sencillo pintar una hoja verde en el cartel comercial, ponerle el sello sostenible que más les guste (a ustedes o al promotor) y gritar a los cuatro vientos que la promoción es un adalid de la sostenibilidad. Es lo que ahora se lleva (por fin), pero tiene que ser algo más que una moda pasajera y un argumento que mejore las ventas. Tiene que ser un fin.
Sooostenible
Actualmente hay muchos gurús de la sostenibilidad que se rasgan las vestiduras al no entender que todo el sector apueste por ella. Lo difícil (y pocos de esos gurús se han puesto manos a la obra) es luego materializar, es decir, construir, ese edificio sostenible, porque, no nos engañemos, el coste de la construcción aumenta y por lo tanto el precio de adquisición de esa vivienda también. Es cierto que luego se amortiza (cada vez en menos años), pero el capital y el ahorro hay que tenerlo ya, y ya sabemos la dificultad de ahorro y de acceso a la vivienda que tenemos en España.
Lo que tenemos que hacer es no marear al cliente con tantos sellos y tan distintos. ¿Qué es mejor, una vivienda Breem, una Leed, una Passive, Green Building o una A del Código Técnico? Pues depende. Pero el que no tiene prácticamente ni idea de lo que estamos hablando es el comprador final. Deberíamos unificar el sello de sostenibilidad para transmitir un mensaje claro y comprensible por personas ajenas a nuestro sector. Todo el mundo entiende que un electrodoméstico A es mejor que uno B, pues hagamos lo mismo. No confundamos, nos estamos pegando un tiro en el pie.
¡Hola Administración!
Lo que se tendría que promover son iniciativas desde la administración para favorecer la materialización de este tipo de viviendas. No en forma de ayudas (como por ejemplo las ayudas al automóvil eléctrico). Marcar una exigencia mínima elevada en cuanto a sostenibilidad y gravar esa vivienda con un 4% en vez de con un 10%. Con eso se absorbería el incremento del coste de la construcción y, con el mismo coste final, nuestro parque inmobiliario de nueva construcción dejará de querer ser sostenible para pasar a serlo, no suponiendo un esfuerzo extra a las familias que quieran acceder a una vivienda de nueva construcción.
Porque la sostenibilidad tiene que ser entendida como algo a lo que puedan acceder todas las personas, independientemente de su condición. Si únicamente pueden acceder a una vivienda sostenible aquellos con más ingresos (del mismo modo que a un vehículo eléctrico), el argumento se diluye y nos quedará muy bonito en nuestro portfolio, pero nuestro pequeño gran planeta seguirá sufriendo porque la acción será insuficiente.
Convertir esa llamada de SOS en sostenibilidad depende de todos, con soluciones que lleguen a todos.
A fin de cuentas, el aire que respiramos es el mismo para todos. Y, por ahora, es gratis.
Sergio López Alcover, CEO e impulsor de Viviendea.
Publicado originalmente en El Periódico de Aquí.